Palabras de viajeros. El viaje literario y su aportación a la cultura europea

Exposición
Palabras de viajeros. El viaje literario y su aportación a la cultura europea
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Gráfica de la exposición 'Palabras de viajeros: el viaje literario y su aportación a la cultura europea''
Aforo
90 personas
Información adicional

Entrada gratuita.

Aforo limitado.

Público individual: no se requiere reserva.

Grupos, con o sin guía propio, a partir de 5 personas: imprescindible reserva de hora.

 

Visitas con guía de la BNE: martes a las 16h, miércoles a las 11h y jueves a las 11h. Imprescindible inscripción previa. Hay plazas reservadas para los Amigos de la BNE.

Sala Recoletos

Horario

De lunes a sábado, de 10:00 a 20:00 h.
Domingos y festivos, de 10:00 a 14:00 h.
Último pase media hora antes del cierre

En el siglo XVIII el viaje adquiere cada vez más importancia y nuevas finalidades. Moverse, ver, aprender y volver para divulgar, componen un método empírico de instrucción y conocimiento que llega a ser una práctica común en las sociedades europeas, en muchos casos fomentada y financiada por las instituciones.
El viaje en época ilustrada es una experiencia formativa bajo el signo de lo "útil" y del placer, del aprendizaje y de la comparación. Los eruditos y los aristócratas "corren cortes" para conocer de primera mano las nuevas ideas que hierven en Europa. Muchos artesanos pasan largas temporadas en París o Londres para perfeccionarse y experimentar las novedades de sus oficios, aprender las "artes agradables" y las "artes útiles". Y a partir de la mitad del siglo algunos jóvenes artistas españoles ya pueden aspirar a una “pensión” de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando para coronar su formación en Roma, definida por el exjesuita Juan Andrés cómo el emporio del buen gusto.
El creciente número de guías y libros dedicados al viaje, en forma de diario o epistolario, refleja la importancia de esta larga tradición cultural que tanto ha contribuido a la modernización del viejo continente.

El objetivo de la exposición es ilustrar los valiosos resultados de esta costumbre a través de los numerosos libros impresos y los importantes manuscritos conservados en la BNE, enriqueciéndola y completándola con las obras gráficas de aquellos artistas que viajaron fuera de España, principalmente a Italia, para forjar su vocación en un contexto cosmopolita.
La experiencia de Isidro González Velázquez (1765-1840) nos muestra, con sus trabajos juveniles, un típico itinerario de estudio, en pleno auge del nuevo clasicismo, alternando dibujos técnicos de las antiguas arquitecturas con paisajes de ruinas y hermosas vistas de la Campiña romana.
El Cuaderno italiano de Goya, y de los jóvenes pintores españoles, reflejan sus progresos académicos al mismo tiempo que nos transmiten sus vivencias en la capital pontificia.
Las Cartas familiares del abad Juan Andrés y Morell (1740-1817) pueden considerarse como el primer libro de viaje sobre Italia impreso en castellano, un recorrido por las principales ciudades de la península y un viaje en el viaje entre sus ricas bibliotecas, mientras que los apuntes del itinerario europeo del dramaturgo Leandro Fernández de Moratín (1760-1828) muestran ya el tono franco del viajero partícipe y atento a la vida pulsante de los lugares que visita.        

Los paisajes de ruinas, las vistas de ciudades y monumentos nos acompañan en todo el trayecto histórico de la exposición, hasta trasportarnos en época romántica, cuando el viaje literario se transforma poco a poco en antecedente del turismo, en viaje de recreo, y se multiplican las crónicas de los nuevos itinerantes que relatan sus experiencias a través de nuevos reportajes y publicaciones periódicas, convertidas en importante herramienta de información y divulgación.
De la primera parte del siglo es muy relevante la experiencia formativa, en Roma, del pintor oscense Valentín Carderera y Solano (1796-1880), como reflejan los álbumes de sus dibujos y acuarelas. E igualmente significativos son los textos que Ángel de Saavedra, Duque de Rivas (1791-1865), dedica a la ascensión del Vesubio y a su excursión a los templos de Paestum (1844), impactantes por la elegancia del estilo y la vivacidad de la prosa.
Su accidentado periplo entre paisajes marinos y la sugerente visión del volcán humeante –en tren, con mulas, en barco, con ágil carretela−, nos hace comprender la dificultad y la belleza de un clásico itinerario del Grand tour. Pero en la imagen de las nuevas carrozas que se deslizan rápidamente sobre el recién inaugurado camino de hierro, en la llanura partenopea, podemos ya divisar, de forma emblemática, el final de una época y de una tradicional forma de viajar.

Comisario:
Paolo D'Alessandro

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